El presidente chino Xi Jinping llegó a Moscú en una visita de Estado para conmemorar el 80.º aniversario de la victoria soviética en la Gran Guerra Patria. A su llegada fue recibido con honores oficiales, destacando la importancia simbólica y diplomática del encuentro con Vladímir Putin.
Esta visita subraya la estrecha relación entre China y Rusia en un contexto geopolítico marcado por tensiones globales.
Durante su estadía, Xi participará en actos conmemorativos en honor al sacrificio del pueblo soviético durante la Segunda Guerra Mundial, destacando la alianza histórica entre ambas naciones contra el fascismo.
Además, mantendrá una comunicación estratégica con Putin sobre temas bilaterales e internacionales, reafirmando el fortalecimiento del eje Moscú-Pekín.
En un artículo publicado en un medio ruso, Xi recalcó que China y Rusia son “vecinos amistosos” y “amigos templados en acero”, defendiendo la memoria histórica de sus luchas comunes y rechazando los intentos de distorsionar los hechos de la Segunda Guerra Mundial.
La visita sella un momento de unidad entre dos potencias que se presentan como garantes del orden multipolar frente a Occidente.
Xi llegó a Moscú como quien va a casa de un primo viejo… con honores y toda la vaina.
El tigueraje geopolítico está prendido: China y Rusia afilando estrategia juntos.
Esa alianza “anti-fascismo” tiene más historia que el barrio de San Carlos.
Putin y Xi dándose cariño frente a las cámaras, pero el mundo mirando con desconfianza.
Cuando esos dos se juntan, el resto de los países empieza a revisar sus seguros de vida.