Estados Unidos anunció la finalización de la primera bomba nuclear B61-13, una versión modernizada y mucho más potente de la bomba termonuclear B61 original.
La producción fue completada casi un año antes de lo previsto, lo que demuestra, según el secretario de Energía Chris Wright, la capacidad de respuesta del país ante un entorno global cada vez más inestable.
La nueva bomba B61-13 tiene una potencia estimada de 360 kilotones, lo que equivale a 24 veces la bomba lanzada sobre Hiroshima y 14 veces la de Nagasaki. Puede ser lanzada desde aeronaves modernas y sustituirá gradualmente algunas de las B61-7 en el arsenal estadounidense, reafirmando la estrategia de disuasión nuclear del país.
Este desarrollo forma parte de una política de modernización del armamento nuclear de EE.UU., impulsada por el Departamento de Defensa desde 2023, con el argumento de adaptarse a las amenazas emergentes. La noticia ha generado preocupación internacional por el aumento de la capacidad destructiva y el riesgo de una nueva carrera armamentista.