El presidente ruso Vladímir Putin visitó la región fronteriza de Kursk por primera vez desde que Moscú afirmó haber recuperado el control del área tras una sorpresiva incursión ucraniana en agosto de 2024.
Esta ofensiva fue considerada una humillación para el Kremlin, al ser la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que fuerzas extranjeras ocuparon territorio ruso. La visita no anunciada busca mostrar firmeza y control por parte del gobierno ruso.
Putin recorrió la planta nuclear en construcción Kursk-2 y se reunió con voluntarios que portaban símbolos de apoyo a la invasión de Ucrania. También prometió continuar los pagos a familias desplazadas y respaldó la construcción de un museo que conmemore el “heroísmo” de los defensores locales.
Mientras tanto, el Ministerio de Defensa ruso informó que derribaron 159 drones ucranianos en una sola noche, reflejando la continua intensidad del conflicto.
En respuesta, Ucrania también sufrió ataques con drones que causaron muertos y heridos en Sumy y Kiev. Aunque la incursión en Kursk no cambió significativamente el curso de la guerra, fue una jugada estratégica para exponer debilidades rusas y desviar fuerzas de otras regiones. Putin sigue rechazando propuestas de alto al fuego pese al creciente costo humano y militar del conflicto.