El gobierno del entonces presidente Donald Trump recibió el lunes a 59 ciudadanos sudafricanos blancos, conocidos como afrikáneres, que ingresaron a Estados Unidos como refugiados, alegando ser víctimas de discriminación y violencia en su país de origen, una versión que el gobierno de Sudáfrica rechaza rotundamente.
El grupo, que incluía niños y bebés, fue recibido en un hangar cercano a Washington, ondeando pequeñas banderas estadounidenses. Aunque inicialmente se esperaba la llegada de 49 personas, el Departamento de Estado confirmó que fueron 59 los refugiados admitidos.
“Son bienvenidos aquí. Respetamos lo que han enfrentado en estos últimos años”, declaró el subsecretario de Estado Christopher Landau, durante el acto de recepción.
Ese mismo día, el presidente Trump declaró ante periodistas que aceptaba a los afrikáneres debido al supuesto “genocidio que está ocurriendo” en Sudáfrica, y acusó al gobierno del país africano de permitir el asesinato sistemático de agricultores blancos. Añadió que abordaría este tema con las autoridades sudafricanas en los días siguientes.
Sin embargo, la afirmación ha provocado una fuerte respuesta del gobierno de Sudáfrica, que calificó las declaraciones como “completamente falsas” y motivadas por desinformación. Autoridades sudafricanas recordaron que los afrikáneres constituyen una de las minorías más ricas y exitosas del país, y que no hay evidencia de persecución sistemática contra ellos.
Organizaciones defensoras de refugiados también criticaron la decisión de Washington, cuestionando por qué se permitió el ingreso inmediato de este grupo mientras se suspendían los programas de reasentamiento para personas que huyen de guerras y persecución, muchos de los cuales esperan durante años en campamentos.
Por su parte, el grupo AfriForum, que representa intereses afrikáneres, ha reconocido que no existe un genocidio, aunque acusa al gobierno sudafricano de minimizar los ataques a granjas.
La llegada de estos refugiados plantea tensiones diplomáticas y reactiva un debate global sobre el uso político del asilo, la selectividad en las políticas migratorias y la narrativa de la discriminación étnica.